lunes, 14 de febrero de 2011

Canciones y canciones

Somos efímeros. Todos, sin excepción. Nacemos, damos tumbos de un lado para otro sin encontrar (casi) nada que nos llame a estar contentos, y después morimos en medio de una sala de hospital, con el olor rancio del cerrado y el miedo dándole una consistencia sólida al aire. Algunos, los más, no se dan cuenta de esto hasta que es demasiado tarde, y otros, los menos, lo comprendemos demasiado pronto. Supongo que por eso nos miran raro por la calle, porque sabemos que la vida no tiene sentido, que no tiene una función superior, un fin para el que actuar como medio. Simplemente, vivimos. Porque no queda otra opción honorable mas que seguir adelante, haciéndole frente a todo lo que venga.
En esos momentos de angustia, de pesimismo, de manía autodestructiva transitoria que nos afligen a lo largo de la vida, la música es un método de escape tan bueno como cualquier otro. Incluso mejor, en mi caso. Cada vez que la rabia y la tristeza me embargan, no tengo mas que subir el volumen y dejar que la marea de hercios que sale de los altavoces arrastre a su paso todo cuanto tengo en mente. Como en el caso de una ola, la arena que deja atrás es llana, suave, limpia y pulcra. Se puede volver a empezar a partir de eso.
Pero la música es más de lo que nadie cree. Nadie (salvo los locos con exceso de tiempo libre como yo) imagina que hay canciones con una afinidad especial que las ligan con cada cual. E incluso estas pueden llegar a cambiar con el tiempo, como si de la filosofía de cada cual se tratase, se ajustan a las nuevas maneras de ver el mundo que nos vamos encontrando. Se puede asociar una canción a cada persona, también. Es fácil, del mismo modo que por aproximación guardamos el registro de la voz de los demás para reconocerlos, una canción puede ser una etiqueta.
En esta etiqueta, esta cancioncita, esta resumido todo lo que pensamos acerca de los demás, la opinión acerca de su comportamiento y forma de ser, lo que nos gusta y lo que no. Depende de la persona, pueden ser necesarias varias canciones, discografías enteras si ha habido proximidad espaciotemporal. Y, como no, en un alarde de vanagloria tan característico de la humanidad, es normal autoasignarse aquellas que nosotros veamos mas acordes con el reflejo narcisista que el lago nos devuelve. Luego vienen los problemas, cuando el setlist propio y el ajeno son diametralmente opuestos, y cuando esta confrontación se ve agravada cuando hay sentimientos de por medio. A mí me ha pasado, y no dudo que me volverá a pasar. Tampoco dudo que el golpe vaya a ser menos doloroso en cualquiera de las ocasiones, y que seguiré actuando como un imbécil al continuar dándome cabezazos contra la pared a ver si a la siguiente cae.
Y en este momento de ánimo destrozado por la rutina, no hay nada mejor que resetear con algo de música.
Ander Barón

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