martes, 1 de febrero de 2011

Ojos de gato

Hoy, al volver de clase de alemán y ya de noche, me he cruzado con un pequeño ser que se esta convirtiendo en parte de mi vida cotidiana. Se trata de uno de los muchos gatos callejeros que se han establecido en la zona por la abundancia de espacio que suministra un descampado vallado en el que se iba a construir un edificio nuevo, pero que al final se quedo en nada.
Se trata de un gato de pelo corto y duro, de los de toda la vida, el gato común europeo, felix felix si mal no recuerdo. Pero este es especial. Es completamente negro, con unos ojos color ámbar sumamente extraños, inteligentes incluso, que se vuelven aguamarina por la noche, creo que leí en alguna parte que se debe a la adecuación a la escasez de luz. De cualquier manera, el bicho se esta convirtiendo en un vecino mas, pues le veo dos o tres veces a la semana (incluidas madrugadas de domingo en las que el frío me quita poco a poco cualquier cantidad de alcohol que me haya metido en el cuerpo). Ambos estamos siempre en movimiento al cruzarnos, e incluso he llegado a saludarle de vez en cuando, a lo que él suele responder a su manera, a la gatuna, con ese desapego y chulería que hace tan característica a su especie. Nos miramos, mantenemos el contacto visual, y después seguimos nuestro camino, cada uno a buscarse la vida como mejor puede. Con suerte me maúlla, como reconociéndome. Me cae bien, que le voy a hacer, es un tipo duro, como yo.
Generalmente el pequeñajo suele recular al acercarme yo, pero el de hoy no ha sido el caso. Hoy, cosa inaudita, nos hemos visto las caras de frente, sin ningún tipo de obstáculo, ninguna verja, nada, dos tipos vestidos de negro caminando por la misma acera en direcciones opuestas, que se reconocen mutuamente al pasar. Y como tantas otras veces, nos hemos mirado. Pero esta vez ha sido un instante único en mi vida hasta este momento, porque sus ojos, esos ojos a medio camino entre el azul claro, cian, del cielo de mayo y de la hierba sacrosanta de Izaro, han mostrado emoción. Raciocinio, si lo preferís. Una mirada de reconocimiento, inteligencia y comprensión, al ver a otro solitario mas pasando frío de camino a su cubíl. Y para que el momento se me quedase grabado a fuego en la retina, al acercarse hacia mí con esos ojos que parecen escanear tu alma, la luz de una farola se ha reflejado en ellos, creando dos fogonazos blancos, como de faro de coche, dos meteoros gemelos que se han fundido en turquesa. Algún día le bajaré una lata de atún. Después de todo es otro de mi calaña. Otro suave más, por partida doble encima. Con suerte podré volver a ver esos ojos de gato, esos ojos de brujo, tal y como los he visto hoy. Bonita ilusión, ¿verdad? De sueños también se vive. Hasta yo tengo los míos. Sólo quiero verlos atrapados, reflejados a la vez en sus ojos y en los míos, como esos juegos de óptica en los que una imagen se desdobla hasta el infinito al colocarla entre dos espejos. Por un instante efímero, hace del mundo un lugar feliz. Salubre, plausible, salvajemente hermoso. Con unos ojos de gato enmarcándolo, conteniéndolo todo.


Ander Barón.

1 comentario: